4:12 de la tarde, aún espero un hola, así, seco, sin más, pero un hola. Nada, no pasa nada. En ocasiones quisiera poder leer tu mente, saber qué pasa por tu cabeza, porque si lo dejas en mis manos, la única respuesta que obtengo es que no te importa nada. Nada, nada más que un silencio incómodo y eterno. Cuántas veces más debo vencer mi orgullo, escalar tus muros e ir a buscarte. Cuándo saldrás de tu refugio de piedras y saldrás a buscarme. Tal vez sea yo quien no te impulse a hacerlo. 9:23 de la noche. Llegó. "Hola.". Seco, frío, pero viniendo de ti, fue como si viniera cargado de tres mil emociones, esas que siempre escondes. 7:00 de la mañana. Suena la alarma. Fue un sueño. Otro día más esperando que se haga realidad. Eso no pasará. Creo que volveré a ser yo quien venza nuevamente su orgullo y dé el primer paso. Hola.
Te miro a los ojos y trato de decifrar lo que hay en tu mente; sos tan complejo, muchacho, pero a la vez tan predecible. ¿Te había dicho que me encantan tus ojos? Esos ojos negros, cafés, brillantes, custodiados por unas largas pestañas y una albina. Tu temperamento es volátil, tic tac, tic tac. Me ha costado mares entenderte. Debo confesar que quise cambiarte, luego me di cuenta que te amo así como eres: con tus silencios, tus disgutos y terquedades. ¿Te amo? ¿Dije te amo? Sí y mil veces sí, porque amo la manera en que sonríes, tu risa escandalosa, tus cantos desafinados, tus bailes exóticos, tus abrazos fuertes, tus besos suaves, tus besos apasionados, tu manera tan peculiar de comunicarte. Aunque tú no lo sepas, te amo.